Con narco no hay paraíso

Autor: 
José Ángel Pérez

Epifanio entró a su casa y la escena que se presentaba ante él lo dejó impávido, sintió que el piso se hundía a sus pies, un intenso calor se apoderaba de su cuerpo y su garganta obstruía la salida de palabra alguna, apenas pudo emitir un sonido parecido a un grito.

Del techo de su casa colgaba del cuello su hijo Ricardo, el mayor de los tres que había procreado con Sandra su amadísima esposa. 

Al principio no supo qué hacer, pero de inmediato buscó una silla para bajar a Ricardo, con la esperanza de que todavía se encontrara con vida, pero el color violáceo en el rostro del joven mostraba que la muerte ya lo abrazaba para la eternidad. 

Ricardito, quien desde niño padeció hambre junto con sus hermanos, ya no estaría con Epifanio, a pesar de que un día juró ante la Virgen de Guadalupe que iba hacer hasta lo imposible para sacar de la pobreza a su familia.

A los 18 años, Rircardo se lanzó al desierto para cruzar la frontera con Estados Unidos como ilegal, pero al final regresó al país sin pena ni gloria.

Recuerda Epifanio que su hijo jamás se desanimó. Todo el tiempo demostró fuerza de voluntad para salir adelante. Ayudaba con los gastos de la casa: con la paga de luz y la renta.

Pero a Ricardo últimamente le iba bien. Le dijo a su papá que había encontrado un trabajo que los sacaría de pobres. Que ganaba lo suficiente para que, en un futuro no muy lejano, compraran una casa y vivieran como gente decente.

Fue mediante Francisco, el segundo de los hijos, que Epifanio se enteró que Ricardo había ingresado al cártel de las drogas que domina la colonia. Que se había convertido en vendedor de drogas y que en la última ocasión que le dieron estupefaciente para vender, perdió el dinero de las ganancias.

Era mucho dinero papá, comentó Francisco, y los líderes del cártel amenazaron con quitar la vida a la familia de Ricardo si no regresaba el dinero. Como Ricardo no podía recuperar el dinero perdido, prefirió tomar el camino fácil y evitar que su familia sufriera las consecuencias. 

Al conocer la realidad, Epifanio no dudó en huir de inmediato del lugar. Sabía que la mafia no perdona y era preferible cambiar de residencia a permanecer con la angustia toda la vida.

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josprez499@yahoo.com

Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de Algo que Informar.

 

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