Salvador. ¡El buen Chavita! Su sangre jarocha lo destacaba entre el resto de los compañeros de trabajo, porque siempre tenía una sonrisa, una broma o unos pasos de baile para compartirlos o mostrarlos con sus compañeras.
Una de sus principales frases era: tienes que estar feliz, aunque te lleve la chingada. Y asi lo demostraba diariamente. Rara vez se le notaba la tristeza.
Cuando falleció su esposa, sólo pidió a su jefe tres días para guardar luto. La vida sigue, decía y nosotros con ella. "El luto lo guardo en la casa aquí vengo a trabajar", contestaba si alguien le preguntaba si no extrañaba la presencia de su mujer.
Aquel mes de marzo, el gerente del autoservicio, dónde trabajaba Chavita, mandó a sus casas a todos los de su área laboral por ser personas mayores y susceptibles de contagio del Covid-19.
Después de eso, Chavita enfermó y y un mes después murió. Los rumores de sus familiares y amigos indicaban que fue contagiado por el virus mundial.
Lo cierto es que Chavita, como la Niña de Guatemala, murió de tristeza, por no poder ver a su esposa, su fiel compañera y amiga.
En el trabajo se distraía y olvidaba un poco. Pero llegar a casa, y permanecer solo y en el olvido de sus familiares, lo mató.
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